Hoy se conmemoran 26 años del atentado terrorista a la mutual judía de Buenos Aires, más conocida como la AMIA. En este triste y atroz acto perdieron la vida 85 personas y cerca de 300 resultaron heridas.
El 15 de marzo de 2019, otro delito de odio se perpetró en dos mezquitas de Christchurch, Nueva Zelanda, que cobró la vida de 51 personas y dejó heridas a otras 50.
En un discurso dado ante el Parlamento del Reino Unido, el 10 de junio de 2015, el Elder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, expresó: “Al echar una mirada más general al globo hemos visto un dramático incremento en la persecución a los cristianos, la denigración del Islam y el surgimiento del antisemitismo, especialmente en Europa, donde uno hubiera pensado que no volvería a resurgir”.
Históricamente, La Iglesia de Jesucristo ha mantenido su compromiso con la libertad religiosa al sostenerla como un derecho humano fundamental y defendiendo su respeto en todo tiempo y lugar. Los delitos cometidos contra las personas con ocasión de sus creencias religiosas constituyen una violación a la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Al contemplar una tendencia al alza en la intolerancia, el discurso de odio en razón de creencias religiosas y la disminución de la caridad en la vida de las personas, el Elder Holland enseñó cómo los líderes del mundo pueden encontrar en la religión una ayuda para sus comunidades, al decir: “al apelar a los valores más profundos, las religiones y las organizaciones religiosas tienen una capacidad única para motivar a las personas y, al mismo tiempo, cultivar actitudes de perdón, reconciliación y voluntad de esforzarse una vez más por el ideal en sus vidas personales y en la sociedad”.
Como amigos y hermanos, los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días expresan su amor y respeto a la comunidad judía de Argentina y de otros países, al sumarse y recordar junto a ellos a todas las personas que perdieron la vida o fueron afectadas de otras maneras por el condenable atentado a la AMIA en 1994. Como personas con un profundo respeto por la dignidad humana por creer que todos somos hijos espirituales literalmente de un Padre Celestial amoroso, los Santos de los Últimos Días elevan sus voces en condena de todo acto que incite al odio, la violencia o la discriminación arbitraria; abogando por el entendimiento, la paz y la buena voluntad entre los hombres.
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